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Según recuerdos imprecisos, la “onda Salinger” alcanzó picos de intensidad en Mar del Plata allá por los años 1950-1970, desde noticias y citaciones en revistas literarias porteñas traídas hasta aquí, entre otros, por ex miembros del grupo “Ariel”. Jerome David Salinger, nacido en New York, USA, a comienzos de 1919, inició su actividad literaria en 1940 y cumplió tareas de inteligencia en el ejército desde 1942. Al mismo tiempo iba escribiendo la novela que lo haría famoso, The Catcher in the Rye, publicada en 1951, a la que siguieron relatos más breves pero no menos atrapantes que podrían ser denominados “la saga de la familia Glass”.
El escritor mantuvo casi siempre un voluntario alejamiento de los medios periodísticos y de difusión masiva, sin descuidar, empero, la comunicación con sus editores. Falleció a alta edad, en el año 2010, y esta nota no se propone escarbar más pormenores de su vida recoleta, que los estrictamente necesarios para un tímido acercamiento a su obra. Sus escritos no debieran de ser malversados como escalpelos para diseccionar la mente del autor, quien ya no puede oponerse a dicha utilización. Intentamos presentar un par de ellos desde sus conexiones internas como meros textos, con la advertencia de que aun sigue legalmente protegida su propiedad intelectual. Por ende, casi no están disponibles en Internet salvo en el modo de las quotations o citaciones, que habrán de bastarnos  para el modesto intento aquí perseguido.

Al libro arriba mencionado se suman unos pocos volúmenes de  excelentes relatos (Franny and Zooey, 1961; Rise High the Roof Beam, Carpenters, 1963; Seymour: an Introduction, 1963); sin olvidar Nine Stories, de 1953, donde incluyó el  aclamado relato de 1948 titulado A Perfect Day for Bananafish.

Sobre un modelo de discurso oral continuo  – fragmentado en capítulos en su versión escrita – el joven estudiante de secundaria (school) Holden Caulfield , internado en un sanatorio de reposo,  comienza su relato dirigido a oyentes cuyo perfil se deja a la imaginación lectora. Lejos de  remontar su autobiografía ab ovo usque ad mala ,  le marca límites precisos: desde el dia en que fue echado a patadas (kicked out) de su colegio, hasta el presente indefinido donde produce su narración. Claro está que en ella no se priva de digresiones, miradas retrospectivas y anticipatorias, opiniones rotundas, pensamientos íntimos, anécdotas de encuentros y desencuentros con jóvenes y adultos, juicios denigratorios para casi todo el mundo, rescate sentimental de unos pocos, y sobre todo, adjetivos injuriosos como  condimentos imprescindibles para el progreso de lo narrado. Sin embargo, a escala comparativa, no se maneja  aquí el lenguaje con la iracundia y la complacencia en la sordidez que caracterizó a los escritores de la Beat Generation, coetáneos de Salinger. Los sucesos narrados por Caulfield tienen lugar alrededor de 1950, cuando cuatro mil dólares estadounidenses alcanzaban para comprar un “Jaguar” y los Estados Unidos habían salido vencedores de una terrible guerra mundial a costa de sensibles sacrificios humanos y materiales que sin embargo estuvo lejos de ser “la última”.

Desidias y rechazos, no falta de inteligencia, parecen haber determinado el mal desempeño escolar de Holden, quien tan solo se destacaba por la lucidez de sus observaciones críticas generales y los altos logros en las asignaturas lingüísticas: lectura, redacción, gramática. Más que irónicas, sus  expresiones suelen ser sarcásticas. Rechaza en bloque el universo social de los adultos de clase media norteamericana de postguerra  (a la cual pertenece) y sus dificultades de adaptación lo tornan a menudo en un adolescente depresivo. Coloca la inteligibilidad de la situación momentánea por encima de la propia seguridad: “If that guy was shipwrecked somewhere, and you rescued him in a goddam boat, he’d want to know who the guy was that was rowing before he’d even get in.” 

Opina que los adultos son “phonies”, un apodo equivalente a hipócritas, pretensiosos, superficiales y crueles. Pero adora la iluminada autenticidad de la mente infantil, caprichosa y a veces hiriente en  actos y palabras.  Tiene una hermanita de diez años, Phoebe, de grave inteligencia y firme lealtad. Un hermano de brillante intelecto, Allie, había muerto años antes ; el mayor de los hermanos,  designado en la novela como “D.B.”, vive en Los Angeles y “se prostituye” al escribir guiones para mediocres filmes de Hollywood, trabajo que le permitió comprarse “one of those little English jobs that can do around two hundred miles an hour and cost him damn near four thousand bucks”  [Chapter 1].

Apenas se encuentra en este coloquial relato algún párrafo en el que falten  exclamaciones como damned  o  fucking  (que con idéntico vocablo denotan, en alternancia, desprecio o admiración), característica compartida con mucha literatura contemporánea y que a menudo sume a los traductores en perplejidades semánticas  irresolubles. Nunca es justicieramente apreciado el trabajo del traductor, sean cuales fueren los idiomas de los cuales y a los cuales  intente los transvases. En el caso de The Catcher…, las versiones castellanas se bifurcaron a raíz de divergencias de criterios lingüísticos y políticos: en España, el habla coloquial se vale de términos que no son corrientes en la América hispanohablante o significan otra cosa (a lo que habría que añadir la autocensura que los traductores peninsulares se imponían por temor a las reprimendas del ministerio de información franquista).

Holden Caulfield emplea un lenguaje inglés-americano fácilmente comprensible, si bien hace falta examinar algunas de sus expresiones coloquiales y los idioms para valorar el meritorio esfuerzo de cada uno de sus divergentes trujamanes. Otras voces son muletillas de las que se vale para economizar explicaciones o demostrar que no desea ser exacto ni exhaustivo en la enunciación: le basta decir and all” para sugerir que el lector o el oyente sobreentiendan todas las concomitancias adheridas al concepto que antecede a dicho giro. Con “that killed me” expresa enorme irritación  o  extremo aburrimiento que algo le produce, pero también el equivalente de “eso me desarmó” ante un gesto de nobleza, de inocencia o de dulzura.  “ I hate it” o “I hate him” significa que desea aniquilarlo, eliminarlo, sin atreverse a ello. I´m not kidding” advierte que  no bromea, que pretende ser tomado en serio aunque sepa que no lo va a lograr.  “I was so damn nervous” indica estados de conmoción anímica subsiguientes a hechos de violencia que presencia o sufre.  “Like hell” acentúa el aspecto terrible o extremoso que asume un suceso o una persona. It was sort of funny”  da idea de algo divertido que acontece a Holden, un joven parco en la risa aunque a veces dotado de un sano sentido del humor. Holden es consciente de ser “malhablado”; disfruta de esa tendencia a insertar un goddam y un fucking en casi cada frase de su discurso, sin imaginar el tono despectivo que con ello arroja sobre su entorno social y humano. Pero cuando nota que todo el ambiente físico, espiritual y cultural que lo rodea se encuentra también contaminado y afeado por expresiones de la lengua – además de la contaminación industrial, los desechos irreciclables, la depredación de monumentos y lugares públicos -, comprende que también a través del lenguaje que empleamos es engendrada y diseminada la violencia que a poco será homicida. Se indigna hasta el extremo del odio cuando ve el reiterado Fuck you! escrito sobre las paredes de la escuela de su hermana Phoebe, y ahí lo lastima la evidencia de que “if you had  a million years to do it in, you couldn’t rub out even half the “Fuck you” signs in the world. It’s impossible” [Chapter 25].
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La búsqueda de equivalencias lingüísticas y psicológicas, intentada en el párrafo que antecede, se funda sólo en desarrollos circunstanciales que proporciona el propio texto; no sobre conjeturas que intenten usurpar campos científicos de las disciplinas sociohistóricas. Los ecos que el “discurso” de Holden encuentre en estas últimas para la fundamentación de tesis explicativas obtendrán, a buen seguro, adhesiones o rechazos entre quienes se internen en esos infirmes terrenos de la ciencia. Lejos de desalentar esfuerzos dedicados a tales indagaciones, las menciones de ese idiolecto particular adjudicado a un personaje o al estrato social que  para bien o para mal lo nutre, bien pueden generar impulsos investigativos hacia aquellas áreas del saber.

The Catcher…se inaugura con la narración (imitada de la lengua oral) de Holden, que a los 17 años de edad está recluido transitoriamente en una suerte de clínica psiquiátrica y dirige su discurso a una pluralidad de interlocutores cuyas identidades el texto no suministra. Evita referirse a su infancia y antecedentes familiares, si bien ciertos datos sobre esos temas irán apareciendo en la historia. Cuenta que un sábado cercano a la anterior Navidad miraba desde una colina un partido de fútbol que el equipo de su colegio, Pencey, jugaba contra un tradicional rival;  no estaba en su residencia escolar porque había sido expulsado de allí a causa de sus fracasos de aprendizaje en cuatro asignaturas excepto English. Hacía un esfuerzo para sentir que se estaba despidiendo, situación en la que tenía experiencias de otros establecimientos educacionales. “I was trying to feel some kind of a good-bye. I mean I’ve left schools and places I didn’t ever know I was leaving them. I hate that. I don’t care if it’s a sad good-bye or a bad good-bye, but when I leave a place I like to know I’m leaving it. If you don’t, you feel even worse” [Chapter 1]. Además, quería ir a despedirse de un amigable teacher, Mr. Spencer, que no vivía en el colegio y también lo había aplazado. Pero éste, al recibirlo cordialmente en su vivienda y haber tratado de explicarle los errores de la última prueba escrita sobre Historia, no se privó de aconsejarlo sobre su futuro como estudiante y la conveniencia de encararlo “según las reglas establecidas”: “Live is a game, boy, that one plays according to the rules” [Chapter 2]. A Holden le irritó que lo llamara “boy”, que le diera consejos burgueses y que todo ello proviniera de un lamentable viejo enfermo y mal entrazado.

No salen mejor parados en el concepto del relator, aunque por motivos muy diferentes, sus compañeros de cuarto en la school  y casi toda persona con la cual traba conocimiento. “What a school ! You were always watching somebody cut their goddamn toenails or squeeze their pimples or something.” [Ch. 6].

De ninguna manera es un autista. Necesita contactar con jóvenes y adultos, aunque casi todos le parezcan “estúpidos”, “tarados”, “vulgares” y “sucios”. La lúcida inteligencia de Holden detecta pronto esos defectos en sus congéneres.  Al juzgarlos, es presa de la decepción e incurre en actitudes despectivas; se mortifica, rehuye el trato con el prójimo, peca de ingenuo, sufre golpizas y cae en depresiones que lo llevan al derrumbe emocional. Su negativa actitud ante los pensionistas de los colegios (trátese de alumnos o de profesores) no lo obnubila hasta el punto de desconocerles algunos méritos, casi siempre retaceados por inaguantables deficiencias. Denuncia estas últimas aun en sus compañeros más cercanos y en los maestros más talentosos, sin perdonarles la hipocresía derivada de la incongruencia entre sus declaraciones y sus actos. Pero transmite con cierta imparcialidad la opinión positiva que el talentoso teacher Antolini mantiene acerca de las ventajas - no sólo intelectuales - de una buena educación formal: ‘I’m not trying to tell you,’ he said, ‘that only educated and scholarly men are able to contribute something valuable to the world. It’s not so. But I do say that educated and scholarly men, if they’re brilliant and creative to begin with—which, unfortunately is rarely the case—tend to leave infinitely more valuable records behind them than men do who are merely brilliant and creative. They tend to express themselves more clearly, and they usually have a passion for following their thoughts through to the end. And most important—nine times out of ten they have more humility than the unscholarly thinker.’ [Chapter 24].

Aquel maestro le muestra una perspectiva nada despreciable, sino creativa,  de abrazar alguna vez la actividad docente: “Among other things, you’ll find that you’re not the first person who was ever confused and frightened and even sickened by human behavior. You’re by no means alone on that score, you’ll be excited and stimulated to know. Many, many men have been just as troubled morally and spiritually as you are right now. Happily, some of them kept records of their troubles. You’ll learn from them- if you want to. Just as someday, if you have something to offer, someone will learn something from you. It’s a beautiful reciprocal arrangement. And it isn’t education. It’s history. It’s poetry.”  [ibidem].

No deja de anotar las excesivas libaciones alcohólicas de Antolini e interpreta un gesto ambiguo de su maestro con la menos favorecedora de las conjeturas para aquél.  Relata: “I startet putting on my damn pants in the dark. I could hardly get them on I was so damn nervous. I know more damn perverts, at schools and all, than anybody you ever met, and they’re always being pervert when I’m  around”.[Ch. 24]. La cursiva en I’m pertenece al texto impreso; tal vez no haya sido proferida así por el relator oral; por lo menos, convoca al lector hacia una hermenéutica sugerida, la que no tiene por qué ser secundada en esta nota.

A menudo, la indignada intelección de las miserabilidades humanas le hace incurrir en esa conocida falacia consistente en desdibujar los campos analíticos de lo personal y lo institucional. Los concibe como un todo, pues los ve íntimamente correlacionados en sus apariciones concretas sin comprender sus respectivos fundamentos teóricos ni las trayectorias históricas de uno y otro. Con ese esquema, toda idea de institución (llámese familia, escuela, iglesia, emprendimiento artístico o Estado) es aniquilada o vaciada de sentido, sacrificada en homenaje al pésimo desempeño de algunos de sus actores individuales. Hay que buscar sus equivalentes funcionales en algún remoto “Oriente” de idealidad (p.ej. budismo Zen), en vez de acometer aquí y ahora el prosaico trabajo de reestructurar con imaginación política, conocimiento técnico y entereza moral los aglutinamientos humanos que la propia historia nos lega, de modo que la tradición nos alimente y no nos ate.

El malestar de Holden ante las expresiones institucionales de la sociedad queda ejemplificado  con su actitud frente a una de ellas: la “goddam religión”. Usos hogareños le habían enseñado a rezar, pero “I can’t always pray when I feel like it. In the first place, I’m sort of an atheist. I like Jesus and all, but I don’t care too much for most of the other stuff in the Bible… I said I’d bet a thousand bucks that Jesus never sent old Judas to Hell… In the first place, my parents are different religions, and all the children in our family are atheists… I can’t even stand ministers. The ones they’ve had at every school I’ve gone to, they all have these Holy Joe voices when they start giving their sermons. God, I hate that. I don’t see why the hell they can’t talk in their natural voice. They sound so phony when they talk…” [Chapter 14].

Sin embargo, no aborrece a la gente religiosa si vislumbra que eso les nace con autenticidad y sencillez. Durante su viaje de regreso desde Pencey charla con dos jóvenes monjas, recién llegadas de Chicago,  que se aprestaban a dar clases de Literatura e Historia norteamericana en New York. Les ofreció diez dólares como contribución, suma que sólo aceptaron cuando les aseguró que llevaba suficiente dinero encima. Pudo lucir ante ellas los únicos conocimientos de su aprendizaje escolar que recordaba con gusto: algunas obras de la literatura inglesa. Le dijeron que habían disfrutado mucho la conversación. “I said I’d enjoyed talking to them a lot, too. I’d have enjoyed it even more though, I think, if I hadn’t been sort of afraid, the whole time I was talking to them, that they’d all of a sudden try to find out if I was a Catholic. Catholics are always trying to find out if you’re a Catholic… As a matter of fact, my father was a Catholic once. He quit, though, when he married my mother… I’m not saying I blame Catholics. I don’t… All I’m saying is that it’s no good for a nice conversation…” [Chapter 15].

Lejos de escandalizarse con las colectas para fines religiosos, imagina que esas monjitas las harían, llegado el caso,  con la misma simplicidad de alma y de trato que mostraron al charlar con él. Pero de inmediato recuerda el estilo de autocomplacencia con que suelen cumplir esa tarea ciertas damas de alto vuelo. “I couldn’t picture her doing anything for charity if she has to wear black clothes and no lipstick while she was doing it… The only way she could go around with a basket collecting dough would be if everybody kissed her ass for her when they made a contribution. If they just dropped their dough in her basket, then walked away without saying anything to her, ignoring her and all, she’d quit in about an hour…” [Chapter 16].

Varios pasajes de la novela ponen  de relieve los aspectos acentuadamente depresivos de Holden, los que unidos a su elevada inteligencia intelectual, la inmadurez emocional y quizá algún episodio traumatizante en la infancia, no explicitado en el relato, tornan verosímil su desdén hacia instituciones y personas en un grado más extremoso que el del promedio de los adolescentes. Lejos de desdeñar a las muchachas de su entorno, con cierta pena se pregunta qué será de ellas cuando terminaran el colegio y la universidad; supone que la mayoría terminará casándose con algún dopey guy, de esos que “…always talk about how many miles they get to a gallon in their goddam cars…, that get sore and childish as hell if you beat them at golf…, that never read books… and are very boring – But I have to be careful about that. I mean about calling certain guys bores… I roomed for about two months with this boy Harris. He was very intelligent and all, but he was one of the biggest bores I ever met… But he could do one thing. The sonuvabitch could whistle better than anybody I ever heard…” [Chapter 17].

Sobre la engañosa delicia de vivir con sus “iguales” en un pensionado escolar, le revela a una amiga: “It’s full of phonies, and all you do is study so that you can learn enough to be smart enough to be able to buy a goddam Cadillac some day, and you have to keep making believe you give a damn if the football team loses, and all you do is talk about girls and liquor and sex all day, and everybody sticks together in this dirty little goddam cliques… But that is all I get out of it… I don’t get hardly anything out of anything…” [Chapter 17]. Phobe misma, su clarividente hermanita, le espeta en el curso de una discusión: “You can’t even think of one thing” – “You don’t like anything  that’s happening…  Because you don’t. You don’t like any schools. You don’t like a million things. You don’t” [Chapter 22].

Tal como al comienzo marca un hito temporal, detrás del cual decide (lográndolo sólo a medias) no retrogradar en su relato, Holden traza con precisión la frontera de clausura al fragmento de su vida que expone ante su auditorio. Con ello impone su reserva de secreto  contra la curiosidad circundante y frente a sus íntimas incertidumbres en lo concerniente al derrotero que seguirá su vida. “That's all I'm going to tell about. I could probably tell you what I did after I went home, and how I got sick and all, and what school I'm supposed to go to next fall, after I get out of here, but I don't feel like it. I really don't. That stuff doesn't interest me too much right now.” [Chapter 26].

Hay en el libro, empero, muchas realidades y potencialidades que de veras interesan y le gustan a Holden. Quien lo recorra con amorosa dedicación las descubrirá, junto con las obsesiones y las simples perplejidades del joven. Esta nota no debe usurpar las funciones indagatorias del lector atento. Aquí se ha abusado del placer de citar para ejemplificar asertos; se reincidirá en ello, pero antes – como homenaje a Salinger escritor más que a Holden hablador – permítasenos transcribir un trozo humorístico. Desde el segundo capítulo el joven se estuvo preguntando si a su regreso a New York, la laguna del Central Park se habría congelado y “…where the ducks went when the lagoon got all icy und frozen over.  I wondered if some guy came in a truck and took them away to a zoo or something. Or if they just flew away”.- Cuando pregunta a un chofer de taxi sobre el asunto, el pobre trabajador del volante cree que le están tomando el pelo (kidding him). La cuestión queda ahí hasta que Holden la retoma en su odiseico regreso.

Por más que califiquemos de “líricos e irreales” los gustos e intereses que  confiesa Holden, no podemos sustraer el entendimiento al efecto humorístico que conlleva su curiosidad por el destino invernal de los patos del Central Park. Con otro taxista entabla el siguiente diálogo, algo abreviado: 
“You ever pass by the lagoon in Central Park?” -  “The what?”  -  “Where the ducks are. You know”  -  “Yeah, what about it?” -  “Well, you know the ducks that swim around in it? In the springtime and all? Do you happen to know where they go in the wintertime, by any chance?”  -  “Where who goes?” -  “The ducks… I mean does somebody come around in a truck or something and take them away, or do they fly away by themselves–go south or something?” – “How the hell should I know?”, he said. “How the hell should I know the stupid thing like that?” -  “Well, don’t get sore about it, I said.  – “Who’s sore? Nobody’s sore”. He turned all the way around again, and said: “The fish don’t go no place. They stay right where they are, the fish. Right in the goddam lake.” – “The fish - that’s  different. I’m talking about the ducks”, I said. -  “What’s different about it? Nothin’s different about it”, Horwitz said. “It’s tougher for the fish, the winter and all, than it is for the ducks, for Chrissake. Use your head, for Chrissake”. -  Then I said, “All right. What do they do, the fish and all, when that whole little lake’s a solid block of ice, people skating on it an all?” -  Old Horwitz turned around again. “What the hellaya mean what do they do?”, he yelled at me. “They stay right where they are, for Chrissake.”  -  “They can’t just ignore the ice. They can’t just ignore it” -  “Who’s ignoring it? Nobody’s ignoring it… They live right in the goddam ice. It’s their nature, for Chrissake. They get frozen right in one position for the whole winter.”

“Yeah? What do they eat then? I mean if they’re frozen solid , they can’t swim around looking for food  and all.”  - “Their bodies, for Chrissake- what’sa matter with ya? Their bodies take in nutrition and all, right through the goddam seaweed  and crap that’s in the ice. They got their pores open the whole time. That’stheir  nature, for Chrissake. See what I mean?” – He turned way the hell around again to look at me. – “Oh,” I said. I let it drop. I was afraid he was going to crack the damn taxi up or something… “ [Chapter 12].

Nota 1:  La grafía que antecede trata de imitar los fonos del hablante y está así en el texto original. Desde un punto de vista didáctico, la cita de tramos de un texto literario no siempre ha de procurar el fin edificante de enseñar a “hablar bien” ni postular un modelo prestigioso de “lengua culta”. La literatura es también un experimento artístico llevado a cabo con el material de la lengua, consagrada o no, hablada, escrita o pensada, para explorar las fronteras de la inteligibilidad. Todo lector del pasaje que antecede aprenderá algunas cosas sobre los límites del lenguaje si intenta, como ensayo, convertirlo del “estilo directo” a las diversas formas del “estilo indirecto”.-