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Hacia fines de 1949, aquel activista de la cultura marplatense que fue don Félix de Ayesa instaló una preciosa librería en la calle San Martín al 3200. La llamó Lvtetia, nombre alusivo a la perdurable vigencia de la ciudad de Paris desde tiempos pre-romanos hasta salir casi ilesa de la World War II,  como un ave fénix augurador de la resurrección europea. Con su buen gusto y su generosidad habituales, ese vasco de buena ley trajo a Mar del Plata las famosas ediciones de la NRF  y – en su compromiso americanista – los flamantes lanzamientos del mexicano Fondo de Cultura Económica. Así, el coqueto local de piso flotante y hospitalario subsuelo atrajo la curiosidad de los adictos a la buena lectura, casi todos jóvenes y bastante desprovistos del dinero necesario para comprar esas maravillas.

Pero Don Félix no los privó de alimento intelectual. Puso la gran mesa y los sillones del subsuelo a disposición de los curiosos, quienes así tuvieron acceso visual y táctil a ese hontanar bibliográfico, y pudieron reunirse allí una o dos veces por semana para desarrollar una tertulia literaria (no confundir con “taller” ni con “potpourri de idiomas”). Sus integrantes (periodistas, artistas, estudiantes y algunos todavía alumnos del 4º o 5º Nacional) lograron la proeza de traer a Victoria Ocampo – que descansaba en la ciudad – para brindar de manera desinteresada una charla que colmó las expectativas y la capacidad del salón.


En una de las tertulias subsiguientes, el más “leído” o sea el “más asiduo lector” lanzó para los otros la novedad  de un escritor argentino que  era casi desconocido (y moriría poco tiempo después): Macedonio Fernández. Vinculó ese nombre al de un sacerdote anglicano del siglo XVIII, Laurence Sterne, por la “originalidad” del humor  y de los procedimientos narrativos de ambos. Y avanzó la tesis de que los precedentes y las supuestas “influencias” en el arte de escribir son una majadería de ciertos críticos y schoolmasters; que no hemos de atribuir una derivación causal al hecho de que un autor moderno imite o mejore a otro de dos siglos atrás, sólo porque itere en los trucos y artimañas de aquél. Al contrario: debiéramos de recibir la inédita experiencia escritural de nuestro contemporáneo para disfrutarla con los parámetros de hoy,  y desde aquí “resucitar” los méritos y las originalidades del otro, que ha quedado tal vez sepultado por la maraña de tanto papel impreso. En cierto modo asistíale razón, pues no sólo la crítica de nuestros días fue arrimando lectores a las obras de Macedonio,  dando así base económica e intelectual  a la tarea de editarlas, sino que en el ínterin volvió a suscitarse interés por Sterne aun entre hispanohablantes y  Javier Marías hubo de traducirlo de nuevo al castellano. Las notorias diferencias  estilísticas y temáticas entre ambos escritores, y los diversos méritos de cada uno, pueden ser justipreciados por lingüistas de nota que quizás alguna vez colaboren en esta página.

Esta nota sólo pretende alentar la lectura del Tristram sin prejuicios intelectuales, como suceso textual cuya extravagancia quiebra ciertas convenciones narrativas de la época en que fue compuesto sin renunciar por ello al brío de una buena prosa inglesa, plena de humorismo e ingenio (wit). La extensión del original impide abundar en transcripciones que serían inconducentes, pues todo el libro funciona como un divertido juguete que se ofrece abierto a la inquietud lectora; y esto no solamente en su estructura escrituraria sino aun en la materialidad de su armado tipográfico y en el disímil espesor de los capítulos. De ahí que nada valga “recontar” el argumento del relato autobiográfico, pleno de excursos y de pintorescos personajes que a su vez narran pasajes notables de sus vidas.



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En vista de tales stravaganze en la confección de sus artefactos literarios y aun de sus sermones, hemos de reconocerle más que una mediana originalidad y un vigoroso talento al discutido Anglican clergyman Laurence Sterne de esos tiempos del Enlightenment inglés, a quien por añadidura sonrió el favor del púbico culto de la época. Su pensamiento libre, creador y movedizo no emanaba, empero, de una mente enferma ni de ideologías rupturistas como las de los diggers o de los republicanos. Podemos derivarlo más bien del clima de  transformación concreta de las relaciones de propiedad y los modos de producción sostenidos por los emprendimientos de una dinámica gentry agraria, más el incremento de las manufacturas industriales propiciado por los Tudor y – después de la Restauración y la Gloriosa Revolución de 1688/89 – el “acuerdo de convivencia” alcanzado por dichos sectores con la burguesía comercial, al amparo de gobiernos parlamentarios. Ese compromiso sociopolítico pareció justificar la ilusión de que la nueva ideología burguesa representaba los intereses de toda la humanidad civilizada.

En el plano de la ideología literaria, hasta el vocabulario se pliega a tal cosmovisión y se enriquece de nuevos términos o significados. Llegó el empleo desmedido de las mayúsculas abstractas (el Hombre, la Libertad, el Progreso, lo Útil). La palabra “social”, antes adscripta a la vida de las familias y las tertulias, adquiere significado político; “clase media” empieza a designar un concepto censitario, estadísticamente mensurable sobre la capacidad contributiva y apto para discernir el derecho al voto. La voz “pueblo”, que englobaba a todos los de baja estofa y carentes de instrucción, comenzó a utilizarse en los debates públicos como alusiva a los sectores productivos, participativos y “útiles” a la sociedad. Similares transformaciones semánticas sufrieron vocablos como “felicidad”, “virtud”, “razón”, “utilitarismo”, “progreso”. Varias alusiones de Sterne a estos conceptos pueden ser leídas en clave irónica. Y la sesgada interpretación de la epistemología de Locke, en el Tristram, obedece a una intención bromista cuando no pícara. 


Con todo, no corresponde en este artículo reiterar las concomitancias del  temprano capitalismo con sus expresiones sobreestructurales del plano artístico y literario, sino señalar las formas que éstas adquirieron en el caso particular de la novela mencionada. Es que desde comienzos del siglo XVII se había instalado precisamente The age of the novel, género narrativo que reemplazó a la épica en las preferencias de los públicos lectores, quienes se habituaron a un consumo secuencial y no muy crítico de este tipo de relatos,  con el tamaño manuable del libro encuadernado por el lomo, fácil de hojear, o como anexo folletinesco del periódico semanal o cotidiano. Ese acostumbramiento a un formato práctico parece haber desvanecido toda atención superflua a la “materialidad” del artefacto libresco, que  absorbía la ansiedad lectora en detrimento de los detalles de su confección.

Tristram Shandy merece de sus merodeadores – igual que muchos poemas y relatos más recientes – un acercamiento a plena consciencia, nada temeroso y dejando entrar en la mente las impresiones inesperadas: una mezcla de osadía y destreza para capturar aquí y allá los pasajes que seduzcan o repelan en el batiburrillo de lo insólito. La evolución de las costumbres y de la sintaxis no afectó el disfrute de la lectura; se refuerza a cortos intervalos el afán de saborear historias personales desgajadas de las del protagonista; el vocabulario y la intencionalidad escapan a veces al examen de un vistazo ocasional, pero las reediciones de nuestros días suelen suministrar claves de desciframiento en prolijas notas explicativas. Con el añadido del ánimo travieso y juguetón puesto de manifiesto por el autor en la configuración física de cada volumen, anticipándose así a los editores de otrora y de hoy.

Pero, tras tanto introito, cabe reconocer la impaciencia de quienes acaso se pregunten: ¿de qué trata la novela? La mejor respuesta consistiría en  transcribirla de cabo a rabo, incluyendo sus peculiaridades tipográficas y compositivas. Ello se tomaría como una burla a los lectores de esta seria página y tal vez un latrocinio a quienes siguen editando el libro (ya en soporte papel  o en formato electrónico). Sería como el dibujante borgeano de un mapa de la China que se propusiera figurar sobre el papel, con absoluta fidelidad, todos los datos y detalles del país real… incluso sus cientos de millones de habitantes y sus respectivos quehaceres, en cada instante de sus vidas. Ajustando un poco esa obsesión al espacio disponible para esta nota, hay que reducirse a aceptar que Tristram Shandy es el relato autobiográfico ficcional de la vida y las opiniones de un Gentleman inglés del siglo 18, quien lejos de narrarse sólo a sí mismo, cuenta también (en un modo harto digresivo) los sucesos y pensamientos de su madre, su padre, su tío Toby y unos cuantos personajes más. Un engendro típicamente literario, en suma, sobre cuyos pormenores y circunstancias de autoría y difusión mundial no corresponde extenderse salvo para referencias imprescindibles. No hace falta aclarar que es Shandy – no Sterne – el narrador de su vida fictiva, el que “hace hablar” a los demás personajes y el que como ente fantaseado nada certero nos informa acerca de la existencia “real” de su autor implícito. A lo sumo proporciona indicios sobre las ilusiones y sinsabores de éste,  sobre los fines que tuvo en mira, o si se divirtió o no en el modo lúdico de redactar los nueve volúmenes.

Muestras fragmentarias de una creación prodigiosa

Poco añade al objetivo de este artículo el adornarlo con extensas citas del texto. Ellas se diluyen en la nada cuando no permanecen encastradas dentro de su abundoso vientre contextual. Sólo como incitación a disfrutar del libro entero se proponen aquí algunos pasajes, cada uno de los cuales delata casi siempre su índole fragmentaria. A menudo, la pertenencia a un mismo cuadro temático se extiende en el libro por varios capítulos no siempre secuenciales; casi nunca las variaciones que el tema presenta al ritmo del relato digresivo tienen cabida en cada citación que de aquél se intente. Es un relato que se toma y se deja, dándole al lector la misma libertad de cansarse o proseguir como al autor “real” mismo.
«No son las cosas en sí las que confunden a los hombres, sino las opiniones sobre las cosas». Esta divisa es una cita del Enkheiridion de Epikteto

Por cierto el narrador es consciente de su reincidencia en el excurso, pues aun hace gala de su propensión digresiva como si de una “virtud literaria” se tratara. Bien puede serlo: no sólo para “amenizar” un relato al que la incontinencia escritural no llega a poner límites, pero asimismo como efecto que genera un hábito de lectura interminable, una aclimatación del lector en atmósferas temporales y socioculturales repentinamente cambiantes (la Isla y el Continente; la usanza británica y la costumbre francesa, por caso). Veamos esta explícita formulación: “…For in this long digression which I was accidentally led into, as in all my digressions (one only excepted) there is a master-stroke of digressive skill, the merit of which has all along, I fear, been over-looked by my reader,—not for want of penetration in him,—but because ’tis an excellence seldom looked for, or expected indeed, in a digression;—and it is this: That tho’ my digressions are all fair, as you observe,—and that I fly off from what I am about, as far, and as often too, as any writer in Great Britain; yet I constantly take care to order affairs so that my main business does not stand still in my absence.” [pág. 125; Chapter XXII from Volume the First.- La numeración de las páginas sigue la edición del Project Gutenberg citada al pie de este artículo. La mención de volúmenes y capítulos facilita la búsqueda de la cita en cualquier edición impresa sobre papel].


Motivo recurrente en esta sabrosa serie de cuentos es la posesión de un “caballito de batalla” o caballo de juguete, atribuida como algo más que un entretenimiento a uno de los más queribles personajes de la novela: el Tío Toby. El vocablo compuesto que lo designa, Hobby Horse, fue adquiriendo carta de ingreso y permanencia en casi todo el mundo. Más allá de las acepciones equívocas que en el ámbito angloparlante y en el propio texto del Tristram se han deslizado en su significado, mantiene en muchos países el sentido que prevalece en nuestro hobby, admitido incluso por la Real Academia de la Lengua Española aunque en definición un tanto desinflada. El pasaje que en la novela le abre curso inaugural reza así: “…Now the HOBBY-HORSE which my uncle Toby always rode upon, was in my opinion an HOBBY-HORSE well worth giving a description of, if it was only upon the score of his great singularity;—for you might have travelled from York to Dover,—from Dover to Penzance in Cornwall, and from Penzance to York back again, and not have seen such another upon the road; or if you had seen such a one, whatever haste you had been in, you must infallibly have stopp’d to have taken a view of him. Indeed, the gait and figure of him was so strange, and so utterly unlike was he, from his head to his tail, to any one of the whole species, that it was now and then made a matter of dispute,——whether he was really a HOBBY-HORSE or no: But as the Philosopher would use no other argument to the Sceptic, who disputed with him against the reality of motion, save that of rising up upon his legs, and walking across the room;—so would my uncle Toby use no other argument to prove his HOBBY-HORSE was a HOBBY-HORSE indeed, but by getting upon his back and riding him about;—leaving the world, after that, to determine the point as it thought fit.”  [pág. 135-136; Chapter 24 from Volume the First].  Va de suyo que Tristram dilatará con digresiones, “para proseguir el relato de manera regular y ordenada”, el momento en el cual pueda vislumbrarse la revelación de la índole y esencia de ese fundamental juguete; recurso dilatorio que esta vez no traicionaré como un crítico buchón.


No se amilana nuestro Tristram si en su extenso relato llega a saltearse algún capítulo. Como a cada momento entabla un diálogo directo con el supuesto lector, invocándolo en femenino o masculino, en singular o plural (“respetable señora” – “querido señor” – “usía” – “amables lectores”), se hace disculpar esos huecos recontando lo que en ellos pudiere haberse perdido. E incluso invita al público leyente a dibujar o describir ciertas escenas y personajes, facilitando dicha tarea mediante el cómodo expediente de dejar en blanco algunas hojas del libro, para que el lector garabatee en ellas lo que le venga en gana. Después de informar que el Tío Toby se ha enamorado de la señora Wadman, presume que “tú, querible lector…” possibly, gentle reader, with such a temptation—so wouldst thou: For never did thy eyes behold, or thy concupiscence covet any thing in this world, more concupiscible than widow Wadman. TO conceive this right,—call for pen and ink—here’s paper ready to your hand.——Sit down, Sir, paint her to your own mind——as like your mistress as you can——as unlike your wife as your conscience will let you—’tis all one to me——please but your own fancy in it.” Y a esas palabras sigue en el texto toda una página sin escritura o ilustración alguna. [pág. 236-237; Chapters LXXX & LXXXI from Volumes V. and VI. in the first Edition].


Otro artificio ingenioso (aunque no sólo emanado de la ficción, sino fundado sobre ensayos realmente puestos a prueba en ese Siglo de las Luces donde florecieron las artes mecánicas), es el que anota Tristram como invento del holandés Stevinus, “la famosísima carroza de vela”, “But pray, Dr. Slop, quoth my father, interrupting my uncle (tho’ not without begging pardon for it at the same time) upon what principles was this self-same chariot set a-going?—Upon very pretty principles to be sure, replied Dr. Slop:—And I have often wondered, continued he, evading the question, why none of our gentry, who live upon large plains like this of ours,—(especially they whose wives are not past child-bearing) attempt nothing of this kind; for it would not only be infinitely expeditious upon sudden calls, to which the sex is subject,—if the wind only served,—but would be excellent good husbandry to make use of the winds, which cost nothing, and which eat nothing, rather than horses, which (the devil take ’em) both cost and eat a great deal. For that very reason, replied my father, “ Because they cost nothing, and because they eat nothing,”—the scheme is bad;—it is the consumption of our products, as well as the manufactures of them, which gives bread to the hungry, circulates trade,—brings in money, and supports the value of our lands;—and tho’, I own, if I was a Prince, I would generously recompense the scientifick head which brought forth such contrivances;—yet I would as peremptorily suppress the use of them.” [pág. 207-208; Chapter 39 from Volume the First].


No escasean en el Tristram las bromas y censuras a diversas profesiones, incluída la eclesiástica del propio autor. Caen también bajo su fusta más o menos benévola quienes desempeñan artes u oficios de muy variadas categorías: parteras, médicos, preceptores, escritores, funcionarios, militares…  No podía faltar en la lista una que siempre concitó la inquina popular: los abogados y jueces. Así caricaturiza  los procederes de estos últimos: “In that spacious HALL, a coalition of the gown, from all the bars of it, driving a damn’d, dirty, vexatious cause before them, with all their might and main, the wrong way!——kicking it out of the great doors, instead of, in——and with such fury in their looks, and such a degree of inveteracy in their manner of kicking it, as if the laws had been originally made for the peace and preservation of mankind:——perhaps a more enormous mistake committed by them still——a litigated point fairly hung up;——for instance, Whether John o’Nokes his nose could stand in Tom o’Stiles his face, without a trespass, or not—rashly determined by them in five-and-twenty minutes, which, with the cautious pros and cons required in so intricate a proceeding, might have taken up as many months——and if carried on upon a military plan, as your honours know an ACTION should be, with all the stratagems practicable therein,——such as feints,—forced marches, — surprizes — ambuscades — mask-batteries, and a thousand other strokes of generalship, which consist in catching at all advantages on both sides——might reasonably have lasted them as many years, finding food and raiment all that term for a centumvirate of the profession.” [Pages 57-58 from Volume the Third].


Del maestro y preceptor ideal para Tristram, dejando de lado los numerosos defectos, el padre del muchacho pretende lo siguiente:  “…Now as I consider the person who is to be about my son, as the mirror in which he is to view himself from morning to night, by which he is to adjust his looks, his carriage, and perhaps the inmost sentiments of his heart;—I would have one, Yorick, if possible, polished at all points, fit for my child to look into.——This is very good sense, quoth my uncle Toby to himself.——There is, continued my father, a certain mien and motion of the body and all its parts, both in acting and speaking, which argues a man well within; and I am not at all surprised that Gregory of Nazianzum, upon observing the hasty and untoward gestures of Julian, should foretel he would one day become an apostate;——or that St. Ambrose should turn his Amanuensis out of doors, because of an indecent motion of his head, which went backwards and forwards like a flail;——or that Democritus should conceive Protagoras to be a scholar, from seeing him bind up a faggot, and thrusting, as he did it, the small twigs inwards.——There are a thousand unnoticed openings, continued my father, which let a penetrating eye at once into a man’s soul; and I maintain it, added he, that a man of sense does not lay down his hat in coming into a room,—or take it up in going out of it, but something escapes, which discovers him. It is for these reasons, continued my father, that the governor I make choice of shall neither * lisp, or squint, or wink, or talk loud, or look fierce, or foolish;——or bite his lips, or grind his teeth, or speak through his nose, or pick it, or blow it with his fingers…” [Pages 131-133 from Volumes V. and VI. in the first Edition].


No tildemos a nuestro autor de misógino ni despreciador de las mujeres, actitudes que ya no eran moneda corriente entre las clases ilustradas de aquel “Iluminado” siglo, por más que mucho prejuicio hubiese permanecido atrancado en la trastienda de las mentes. A lo sumo retrata Tristram la firmeza y terquedad de su mamá frente a las ocurrencias “modernizadoras” de su esposo, posición en la que ella siempre quedaba vencedora. Y sepamos divertirnos con las artimañas desplegadas por la viuda Wadman para cerciorarse del verídico estado psicofísico del Tío Toby antes de aceptarlo como esposo. “AS there are fifty different ends (counting all ends in——as well civil as religious) for which a woman takes a husband, the first sets about and carefully weighs, then separates and distinguishes in her mind, which of all that number of ends is hers; then by discourse, enquiry, argumentation, and inference, she investigates and finds out whether she has got hold of the right one——and if she has——then, by pulling it gently this way and that way, she further forms a judgment, whether it will not break in the drawing….WE live in a world beset on all sides with mysteries and riddles—and so ’tis no matter——else it seems strange, that Nature, who makes every thing so well to answer its destination, and seldom or never errs, unless for pastime, in giving such forms and aptitudes to whatever passes through her hands, that whether she designs for the plough, the caravan, the cart—or whatever other creature she models, be it but an asse’s foal, you are sure to have the thing you wanted; and yet at the same time should so eternally bungle it as she does, in making so simple a thing as a married man.” [Pages 222-225 from the last Volume]. 


Place recordar, como argentinos, la primera de las “Máximas” que el general José de San Martín  había anotado con la mayor seriedad para su hija Mercedes, y que nos hacían leer (tiempo atrás) en las escuelas de la “primaria”: “1ª Humanizar el carácter y hacerlo sensible, aun con los insectos que nos perjudican. Stern ha dicho a una mosca, abriéndole la ventana para que saliese: ¨Anda, pobre animal; el mundo es demasiado grande para nosotros dos¨ - Tuvo acceso el autoexiliado San Martín a libros escritos en inglés y francés, además de españoles y americanos. Nadie nos había explicado, empero, que esa cita atribuida a “Stern” se encuentra en el Volumen 2, capítulo 12, de la novela Tristram Shandy que el prócer seguramente admiró y leyó con placer o quizá para mitigar la tristeza. He aquí el pasaje del cual procede: “…my uncle Toby had scarce a heart to retaliate upon a fly.—Go—says he, one day at dinner, to an over-grown one which had buzzed about his nose, and tormented him cruelly all dinner-time,—and which after infinite attempts, he had caught at last, as it flew by him;—I’ll not hurt thee, says my uncle Toby, rising from his chair, and going across the room, with the fly in his hand,—I’ll not hurt a hair of thy head:—Go, says he, lifting up the sash, and opening his hand as he spoke, to let it escape;—go, poor devil, get thee gone, why should I hurt thee?——This world surely is wide enough to hold both thee and me.”  [pág. 198/9]. Desde ya, “Stern” refiere a Sterne, no solamente porque Alejandro Maurigo así lo haya investigado (ElCorreo.eu.org), sino porque la misma Máxima Primera reproduce casi a la letra el pasaje citado.

Repercusión universal de Laurence Sterne

Un apreciado exponente del positivismo lógico como lo fue Bertrand Russel, y otros estudiosos de los problemas de la ciencia lingüística y la expresión literaria, se vieron atraídos por los escritos de Laurence Sterne y no temieron perder prestigio por dedicarles concienzudas investigaciones. No sirve al fin de este artículo recapitularlas ni facilitar su localización. Aquí se pretende incitar al simple disfrute del Tristram, ya con breves lecturas o bien con su asidua frecuentación de por vida; sugerir una aproximación “inocente” a cualquier capítulo de su dilatado texto y si es posible dejarse cautivar por él, como lo admitió uno de los más entusiastas difusores populares de la mejor cultura universal en nuestros medios de comunicación, en las siguientes líneas: «Una vez me ocurrió algo al hablar del libro Vida y opiniones de Tristram Shandy, un texto rarísimo, de Laurence Sterne. Es un texto vecino al humor surrealista, pero lo que más me asombró fue otro dato: que en su época, San Martín leyó este libro» (Alejandro Dolina, en un artículo en el diario La Nación, del 3 de septiembre de 2000).

Y para clausurar esta caótica serie de quotations, que jamás reemplazarán a la divagante armonía del original, viene como sortija a la caña referir que Sterne (igual que otros hitos literarios del parnaso anglohablante) tuvo también en alta estima a las sublimes criaturas del ejemplar Cervantes: ejemplar a raíz de sus “novelas” por él así designadas y por considerárselo casi inventor de la novela como novedoso género narrativo europeo. Pues le rinde el mejor homenaje autoral cuando confiesa el principal objetivo  tenido en vista al narrar las aventuras y opiniones de Tristram: un sabio y saludable regocijo. Lo hace en este pasaje:
 And now that you have just got to the end of these three volumes——the thing I have to ask is, how you feel your heads? my own akes dismally!——as for your healths, I know, they are much better.—True Shandeism, think what you will against it, opens the heart and lungs, and like all those affections which partake of its nature, it forces the blood and other vital fluids of the body to run freely through its channels, makes the wheel of life run long and cheerfully round.
Was I left, like Sancho Pança, to choose my kingdom, it should not be maritime—or a kingdom of blacks to make a penny of;—no, it should be a kingdom of hearty laughing subjects: And as the bilious and more saturnine passions, by creating disorders in the blood and humours, have as bad an influence, I see, upon the body politick as body natural——and as nothing but a habit of virtue can fully govern those passions, and subject them to reason——I should add to my prayer—that God would give my subjects grace to be as WISE as they were MERRY; and then should I be the happiest monarch, and they are the happiest people under heaven. And so with this moral for the present, may it please your worships and your reverences, I take my leave of you till this time twelve-month, when, (unless this vile cough kills me in the mean time) I’ll have another pluck at your beards, and lay open a story to the world you little dream of.” 
[ Pages 306-307, Chapter LXVII from Volume the Third].



Aparece ahí la intuición sterneana, por cierto vanidosa pero bien rumbeada, de que la “naturaleza” del personaje Shandy inaugura y propaga en la literatura un tipo de personalidad cuyo molde será bien reconocible, no sólo entre los seres humanos de sangre y carne, pero también en los caracteres protagónicos de ciertas obras de imaginación (pantagruelismo, quijotismo, sanchopancismo, donjuanismo, shandyísmo…).

Quedaría mucho por consignar sobre las originalidades estilísticas, ideológicas y aun psicológicas registrables en este y otros trabajos de Laurence Sterne. Las personas que se ocupan profesionalmente de historia literaria o de literatura a secas encontrarán, es de suponer, agradable esa tarea de ampliación explicativa para sus alumnos. No sólo como homenaje a Sterne, sino con vistas a iniciarlos en la frecuentación de buenos escritores del pasado, así como del siglo que corre y del inmediato anterior.



Al solo efecto de aportar breves aclaraciones semánticas en torno de algunos términos utilizados en el artículo que antecede, quedan ellas anotadas a continuación:

Enlightenment : a movement of the 18th century that stressed the belief that science and logic give people more knowledge and understanding than tradition and religion. La Ilustración, llamada a veces “Iluminismo” (que no cabe circunscribir ni equiparar a la secta de los “Iluminados”).                      
                                    
hobby-horse noun pet subject, obsession, preoccupation, fixation, thing (informal) Honesty is a.  favourite hobby-horse for him.- A child's riding toy that consists of a long stick with an imitation horse's head on one end. Steckenpferd - b. See rocking horse. 2. a. A figure of a horse worn attached to the ... “rider”.- Caballito de batalla, obsesión, afición, entretenimiento preferido.  A toy with a wooden horses head on a long stick that a child can pretend to ride .- 2 a subject that someone has strong opinions about and often talks about, especially in a way that annoys other people.

hobby  ( Harper’s Etymological Dict.) late 13c., hobyn, "small horse, pony," later "mock horse used in the morris dance," and c.1550 "child's toy riding horse," which led to hobby-horse in a transferred sense of "favorite pastime or avocation," first recorded 1670s, shortened to hobby by 1816. The connecting notion being "activity that doesn't go anywhere." Probably originally a proper name for a horse (cf. dobbin), a dim. of Robert or Robin. The original hobbyhorse was a "Tourney Horse," a wooden or basketwork frame worn around the waist and held on with shoulder straps, with a fake tail and horse head attached, so the wearer appears to be riding a horse. These were part of church and civic celebrations at Midsummer and New Year's throughout England.

The landed gentry = la aristocracia terrateniente,  de media o baja cepa nobiliaria.  También se llamó así  a la burguesía poseedora de tierras de cultivo.

Quotations: quotes; quot·ed; quot·ing 1 a [+ obj] : to repeat (something written or said by another person) exactly — often + from ▪ She quoted a passage from the book in her article.
b [+ obj] : to write or say the exact words of (someone)
▪ He began his speech by quoting Shakespeare. ▪ Can I quote you on that? [=can I tell other people that you said that?] ▪ He was quoted as saying that there would be further delays. [=it was reported that he said that there would be further delays] ▪ The reporter quoted the police chief as saying that an investigation would be launched soon.
c : to write or say a line or short section from (a piece of writing or a speech) [+ obj] ▪ He quotes the Bible frequently. [no obj] — + from ▪ He quotes from the Bible frequently.
d — used in speech to show that you are exactly repeating someone else's words. ▪ When I asked him if he'd be seeing her again, he said, quote, “Not if I can help it.” ▪ He said, and I quote, “Not if I can help it.” — often followed by unquote ▪ She said it was quote, “time for a change,” unquote. ▪ He said he's been living under, quote, unquote, “intense pressure.”

2 [+ obj] : to mention (something) as an example to support an idea or statement
▪ She said this kind of occurrence is common, and she quoted [=cited] several instances of almost identical behavior.

3 [+ obj] a : to tell someone the price at which something can be bought or done — often + for ▪ The sales associate quoted (us) an unreasonably high price for the car.
b finance : to state the current price of (something, such as a stock) — usually used as (be) quoted ▪ Shares for the stock are being quoted at $68. ▪ a list of companies that are quoted on the stock exchange [=companies whose stocks are sold on the stock exchange]    (Webster’s online).

wit (n.) [[ http://www.etymonline.com/index.php?l=w&p=12&allowed_in_frame=0 ] "mental capacity," O.E. wit, more commonly gewit, from P.Gmc. *witjan (cf. O.S. wit, O.N. vit, Dan. vid, Swed. vett, O.Fris. wit, O.H.G. wizzi "knowledge, understanding, intelligence, mind," Ger. Witz "wit, witticism, joke," Goth. unwiti "ignorance"), from PIE *woid-/*weid-/*wid- "to see," metaphorically "to know" (see vision). Related to O.E. witan "to know" (source of wit (v.)). Meaning "ability to make clever remarks in an amusing way" is first recorded 1540s; that of "person of wit or learning" is from late 15c. For nuances of usage, see humor. A witty saying proves nothing. [Voltaire, Diner du Comte de Boulainvilliers]

Bibliografía utilizada

  • Eco, Umberto (1979; 1984): Obra Abierta [Opera Aperta].- Trad. por Roser Berdagué.- Barcelona, Ariel.-
  • Praz, Mario (1975): La literatura inglesa.- Tomo I: De la Edad Media al Iluminismo.- Bs Aires, Losada.-
  • Reyes, Graciela (1984): Polifonía textual. La citación en el relato literario.- Madrid, Gredos.-
  • Sterne, Laurence (1979): The Life and Opinions of Tristram Shandy, Gentleman.- Project Gutenberg eBooks, Asscher and Widger.- (en Internet).
  • Sterne, Laurence (1978): La vida y las opiniones del caballero Tristram Shandy.- Los sermones de Mr      Yorick.- (Traducción y notas de Javier Marías). – Madrid, ed. Alfaguara.-
  • Wright, Andrew (1978): Introducción a Tristram Shandy (en la ed. de Madrid supra citada).-

Carlos
10/2/2012 01:11:18 pm

En el título de esta nota debe leerse TRISTRAM SHANDY, como consta en su desarrollo textual y se observa en la reproducción facsímil de una de las ediciones en libro-papel.- Gracias.-

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